Sí, hablemos de medir el impacto
Si medir impactos y evaluar proyectos es ya complejo en cualquier iniciativa, en el mundo del trabajo con narrativas la capa es doble. Tenemos la experiencia de experto/as, la vida de las comunidades, las representaciones que queremos poner al centro y las expectativas de quienes apoyan estos proyectos. Estamos todes a bordo del mismo tren, pero en vagones distintos, algo que por más que se busque evitar termina siendo el hilo conductor de buena parte de las experiencias.
Para reflexionar juntas al respecto llamamos a nuestras amigas de La Sobremesa, Anca Matioc, Laura Lehman y Tania Altamirano.
Si medir impactos y evaluar proyectos es ya complejo en cualquier proyecto, en el mundo del trabajo con narrativas la capa es doble. Sin embargo, no parece haber manera de escaparse. Tenemos la experiencia de experto/as, la vida de las comunidades, las representaciones que queremos poner al centro y las expectativas de quienes apoyan estos proyectos. Estamos todes a bordo del mismo tren, pero en vagones distintos, algo que por más que se busque evitar termina siendo el hilo conductor de buena parte de las experiencias.
La idea de medir qué es lo que cambia gracias al trabajo de este ecosistema es, en fin, tan fascinante como difícil. Por eso el punto central por el que nos encontramos para la Tertulia de julio fue justamente ese: el impacto, la evaluación, la medición. ¿Se puede medir el impacto de un cambio de narrativa en números? ¿Qué nos dicen los clicks, las vistas, los retweets, los comentarios? En este mundo en el que buscamos cambiar representaciones, ideas sobre nuestras comunidades o visibilizar personas excluidas, los cambios concretos se ven con el tiempo y están marcados por experiencias subjetivas, personales y colectivas. Si nos lanzamos a recolectar citas, bailar al ritmo de los algoritmos, buscar viralidades o atenciones colectivas, ¿no se nos están volviendo los números el árbol que nos esconde el bosque?
Para reflexionar juntas al respecto llamamos a nuestras amigas de La Sobremesa, Anca, Laura y Tania, que nos dieron una clave importante. En primer lugar, pensar en el impacto y su proceso de evaluación, que pensamos como MEL: Monitoreo Evaluación y Aprendizaje (learning). La idea es que esta conversación sea la primera de muchas, y que trabajemos estrategias de medición y de evaluación en el diseño del proyecto y de ahí adaptarlo mientras pasamos por los caminos de tierra por los que suelen llevarnos.
Crecer también hacia adentro
La Sobremesa nos invitó también a pensar no solamente en el impacto de nuestro trabajo en las poblaciones con las que trabajamos, sino en el impacto que ese mismo trabajo tiene sobre nuestras propias organizaciones. Esto es, pensar en el impacto interno tanto como el externo: observar cómo el trabajo también es una manera de fortalecer el ecosistema y cómo, además, eso nos lleva a compartir estos aprendizajes.
Para poder llegar a este punto La Sobremesa nos explicó que un elemento importante en el proceso es que se entienda el problema al que estamos respondiendo y que el trabajo tenga no solo al centro, sino adentro, a las comunidades que están viviendo ese problema. Y para eso, resulta crucial crear un diseño de proyecto con las personas que están siendo afectadas por el problema al que queremos responder. La palabra clave sigue siendo el intercambio.
Menos respuestas y más preguntas
El crecimiento y el aprendizaje del ecosistema parece necesitar también de una comprensión más justa y, sí, de un cambio de narrativa sobre lo que entendemos como “impacto” y cómo se puede medir.
Desde ese punto, quedamos fascinades — aunque no sorprendides — con las ideas que quedaron de esta primera conversación. Las experiencias de quienes participaron en la Tertulia nos dieron una pista importante para comprender mejor los elementos clave en el diseño y desarrollo de un proyecto basado en cambios de percepción y de imaginarios. Algo nada fácil de medir. Una buena parte de los proyectos se benefició de una intuición que fue indispensable para lograr una metodología sólida… Pero esta intuición hubiese sido imposible sin una experiencia amplia y bien conectada con las comunidades con las que se trabajó.
Nos quedamos al final con esta pregunta que se mueve en péndulo entre lo cuantitativo y lo cualitativo. El modo de presentar impactos que no se ven en números. La importancia de que aprendamos a entender que en los cambios sociales los números solos no nos responden las preguntas que tenemos, o al menos no necesariamente. Los indicadores, por su naturaleza, son imperfectos e incómodos, y tenemos que aprender a integrarlos a observaciones más flexibles, más líquidas.
Contar estas historias no siempre se puede hacer con números, necesita de métodos e instrumentos coherentes con lo inquieto y borroso del universo del trabajo. Se trata de aprender dónde se pone la luz y qué se hace con las fuentes que se tienen. Visibilizar los datos que nos pueden servir para aprender y cuáles son los elementos que realmente nos dan un retrato de la transformación.
Hasta el momento no hay esquemas fijos que nos respondan tantas preguntas. Es posible que tengamos que crearlos… Y es posible que este nuevo ciclo de aprendizaje nos muestre cómo.