Reajustar el poder a través de las historias: Aprendizaje, desaprendizaje y feminismo
“Muchas mujeres hablan, han hablado, están hablando, pero rara vez son escuchadas... la realidad de que las mujeres no son vistas como oradoras creíbles o no tienen la autoridad para hablar de su experiencia es una cuestión que está directamente implicada en esta discusión... no es sólo una cuestión de ubicación física, sino de ubicación o posición del sujeto en los sentidos más amplios en términos de raza, clase, género, sexualidad, acceso, educación, etc.”
¿Qué significa contar nuestras propias historias? ¿Qué significa hablar y ser escuchado, o escribir y que nuestras palabras sean leídas? Cuando se cuentan historias, ¿qué voces suenan más fuerte? ¿Quién determina cuáles de nuestras historias se amplifican... o siquiera son válidas? Estas preguntas no son nuevas, las respuestas no son para nada sencillas.
Todas tenemos una historia que contar y, sin embargo, hay innúmeras historias que nunca conoceremos porque no se escucharon, se disimularon al momento de ser compartidas o nunca se compartieron. Es importante considerar las implicaciones de que nuestras historias sean borradas de esta manera. Estos borrones no son una coincidencia: no es un error que las voces de unas personas suenen mucho más fuertes que las de otras.
Nosotras, Las Otras, estamos al margen de lo normativo, nuestras voces son menos escuchadas por nuestra raza, nuestro género, nuestra clase, nuestra religión, nuestra orientación sexual, nuestra capacidad. Nuestra relación o proximidad con lo normativo — y, por tanto, con quienes ostentan el mayor poder — determina si nuestras historias serán escuchadas y, si lo son, cómo serán recibidas. Como resultado, tantas historias — dejadas fuera de muchos libros de historia — no es un error que las voces de algunos suenen notablemente más fuertes que las de otros.
A pesar de las formas en que han sido históricamente silenciadas o ampliamente ignoradas, las personas que tienen algunas de las voces más marginadas —chicas, personas no binarias y jóvenes feministas —siguen compartiendo sus historias de forma creativa, poderosa y colectiva. Purposeful, un centro feminista para el activismo de las mujeres, y muchos otros en todo el mundo, reconoce la importancia de esta persistencia y trabaja para reconocer, documentar y amplificar estas historias.
El Fellowship The Circle of Us, cocreado por International Resource for Impact and Storytelling (IRIS) y diseñado y organizado por Purposeful, crea un espacio transcontinental para chicas, personas no binarias y jóvenes feministas en Sierra Leona, Kenia y Tanzania. Las fellows disponen de un espacio para reflexionar y compartir sus propias historias y las de otras personas de sus comunidades, mientras exploran y llaman la atención a sus formas cotidianas de resistir, organizarse y provocar el cambio en sus contextos. El proyecto, con una duración de un año, dota a las fellows de nuevas habilidades para narrar historias, incluyendo el uso de equipos audiovisuales para la grabación de video y la fotografía, que pueden utilizar para amplificar sus historias y su organización política.
Este esfuerzo se basa en Stories of Girls’ Resistance, un proyecto global de narrativa feminista dedicado a documentar y amplificar las historias no contadas e invisibles de resistencia de chicas, mujeres y personas no binarias. Esta colección, en constante crecimiento, ofrece atisbos de resistencia, prácticas liberadoras y sueños de un futuro mejor para muchas chicas, mujeres y personas no binarias de 70 países, y sigue aumentando.
Ambos esfuerzos utilizan los principios feministas de aprendizaje para obtener una comprensión mejor y más profunda de qué historias se están contando y por qué, cómo se cuentan y por quién, y en vista del borrado histórico y actual de tantas historias, cómo se puede rastrear este proceso de narración.
Aplicación de los principios feministas a nuestro aprendizaje
Aprender desde una perspectiva feminista significa, en primer lugar, reconocer nuestra posicionalidad: dónde nos encontramos, el poder que tenemos en esos lugares, las diversas identidades que han conformado nuestras perspectivas del mundo que nos rodea y las formas en las que esto influye en nuestra forma de abordar e interpretar las experiencias de los demás.
Cuando escuchamos a la gente contar sus historias, un enfoque feminista reconoce que nunca somos neutrales, nuestros oídos nunca son espacios vacíos.
No solo considera la dinámica del poder, sino que reconoce cómo este poder produce, es producido y se manifiesta a través de la desigualdad. Identificaciones como género, raza, religión, capacidad, orientación sexual y clase social se interceptan y sobreponen para crear nuestras experiencias individuales de desigualdad y posicionarnos en relación con estructuras de poder más amplias.
Dichas estructuras y dinámicas de poder han determinado históricamente qué voces se escuchan, y el tipo de historias que se consideran relevantes, científicas, representativas de la “verdad”. Del mismo modo, han determinado las voces que se silencian, el tipo de historias que se consideran irrelevantes, “no científicas” e indignas de ser presentadas como fuentes de evidencia válidas. Esta historia es aún más relevante cuando consideramos al continente africano y las narrativas que han prevalecido sobre los pueblos africanos.
Sobre la objetividad
La académica feminista Donna Haraway señala que la “objetividad” se ha utilizado durante mucho tiempo como herramienta de dominación por parte de Occidente. Estas narrativas de la objetividad desacreditan y desprecian el poder y la importancia de las experiencias vividas, a menudo expresadas a través de la narración. Al intentar desentrañar estas narrativas, también debemos reconocer el poder que tenemos — como quienes tratan de aprender y escuchar las historias de las personas — para perpetuarlas. Elegimos a quién escuchamos y cómo, interpretamos lo que oímos de maneras particulares.
Nuestra escucha no es neutral y nuestro aprendizaje tampoco lo es.
En Purposeful, nuestros procesos de aprendizaje descentralizan la objetividad. Reconocemos que la objetividad es inalcanzable y que nuestros puntos de vista siempre se basan en lo que somos y en nuestras experiencias. Al hacer un cuidadoso balance de cómo lo que escuchamos, aprendemos e interpretamos es moldeados por las posiciones que ocupamos, nos resistimos a trabajar buscando ideales de “objetividad.”
El cuestionamiento de nuestra posicionalidad es esencial en nuestra Agenda de Aprendizaje y una de las muchas formas en las que Purposeful practica el seguimiento, evaluación y aprendizaje feministas (MEL). Otras consideraciones clave son:
ser intencionales en cuanto a la forma de aprender de las personas con las que trabajamos;
no ser extractivas - el aprendizaje no debe consistir únicamente en lo que podemos obtener de las participantes para su publicación o promoción, sino seguir siendo conscientes de cómo podemos aprender y reflexionar juntos; y
movilizar nuestro aprendizaje político para desafiar las narrativas dominantes aprendizaje político para desafiar las narrativas dominantes sobre las personas con las que trabajamos, como la falsa idea de que las chicas no participan en la organización política.
Al determinar dónde y cómo enfocar nuestro aprendizaje, reflexionamos sobre cuestiones clave de significado y perspectiva, además de considerar detenidamente cómo es el progreso de cada proyecto.
Cómo “medir” el progreso y el impacto de manera que se descolonicen estas prácticas?
¿Cómo evitamos perpetuar las nociones de objetividad y las vías lineales de progreso que conducen a un objetivo final y, en cambio, prestamos atención a los matices y las diferencias contextuales que desempeñan un papel fundamental en la forma en que las personas responden y se comprometen con proyectos como Circle of Us?
¿Cómo creamos un espacio para que las participantes determinen lo que es relevante para ellas, vean el impacto desde sus perspectivas y compartan las historias que consideren dignas de ser contadas?
¿Cuál es la definición de “progreso” establecida por las participantes, basada en sus propias experiencias, en lugar de algún medio estandarizado de prueba o “seguimiento” hacia un objetivo final predeterminado?
Este enfoque requiere flexibilidad, estar abiertos al cambio y reconocer que, aunque los objetivos de aprendizaje son importantes, es igualmente importante estar abiertos a aprender de lo inesperado.
La trampa del Más
Otra práctica que debe cuestionarse es la de caer en la trampa del más: de hacer algo porque estaba previsto, sin tener en cuenta si sigue siendo útil o no. A veces nos encontramos con que ya no queda tiempo para otro ejercicio de aprendizaje o que la actividad que habíamos planeado nos parece demasiado larga o agotadora al final de un intenso día de pensar, hablar, bailar, compartir y escuchar y lo que todos quieren es descansar.
En estos momentos, tratamos de reconocer que realizar actividades de aprendizaje por el simple hecho de hacerlas — especialmente cuando las participantes no tienen la capacidad o la energía para participar plenamente — no es útil, trascendente ni ético.
En esos momentos, a veces tiene más sentido detenerse y reflexionar sobre por qué insistimos en hacer más: ¿por qué necesitamos hacer solo un ejercicio más o responder solo una pregunta más? A menudo podemos observar y aprender más de los espacios, en lugar del impulso de llenar, capturar y orquestar rigurosamente cada momento, buscando un sentido vacío o falso. ¿De dónde viene esta presión, y cómo podemos desaprender las formas en que tan a menudo la centramos en nuestro trabajo?
A veces el aprendizaje consiste en desaprender; a veces el aprendizaje consiste en no hacer. Mantenerse abierto al descubrimiento, a lo que no podemos planear, significa crear un espacio para que el poder de las historias y las verdades surjan y se escuchen. Imagina cómo estas historias—registradas, amplificadas, contadas —podrían transformar nuestro mundo.